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Tensión Arterial: En el punto medio está la virtud

Tensión Arterial: En el punto medio está la virtud

La tensión arterial es una medida accesible de la presión interna que soportan los vasos sanguíneos arteriales que depende de la acción del corazón bombeando una cantidad variable de sangre en función de las circunstancias y de su propia capacidad de adaptación mediante dilatación o contracción de sus paredes.

Su valor determina la presión de llegada de la sangre a los órganos para mantener su funcionamiento por lo que es muy importante para el organismo mantenerla dentro de unos límites constantes. Para ello, dispone de diferentes sistemas de regulación, los más importantes: un sistema hormonal denominado sistema renina-angiotensina-aldosterona, la vasodilatación arterial, el tono adrenérgico (el que hace que suba la tensión en situaciones de estrés físico o emocional) y el control del volumen sanguíneo total. A lo largo de la vida, la importancia de cada sistema sobre la tensión total va variando lo que puede ser relevante a la hora de escoger un tratamiento que la regule si sus valores sobrepasan los límites aceptables

Hipertensión: Cuando la tensión sobrepasa de manera constante las cifras de 140 mmHg para la presión sistólica y los 90 mmHg para la diastólica hablamos de hipertensión arterial. Es un trastorno muy frecuente que puede llegar a afectar a un tercio de la población mayor de 65 años.
El hecho de que en muchos casos no dé ningún síntoma no debe confundirse con benignidad. La hipertensión arterial es el factor de riesgo más importante en el desarrollo de complicaciones cardiovasculares severas tales como la cardiopatía isquémica (angina de pecho e infarto de miocardio), la insuficiencia cardiaca, la enfermedad cerebrovascular (ictus, embolia cerebral y demencia vascular) o la insuficiencia renal (con la diálisis como única alternativa de tratamiento en los casos más severos).

El diagnóstico precoz es la forma más eficaz de evitar la lesión de esos órganos diana permitiendo a través de medidas higiénico/dietéticas o tratamiento farmacológico devolver las cifras de tensión a unos valores óptimos.

Una buena actitud en ese sentido es tomar la tensión de forma periódica, prefiriendo la medición en el brazo a la de la muñeca. Si entre los dos brazos hay una pequeña diferencia, lo haremos siempre en aquel que de las cifras más altas. Procuraremos realizar la medición tras algunos minutos de reposo. Para mejorar la precisión de las cifras obtenidas, puede emplearse la triple toma: tomar la tensión 3 veces, desechar la medición mayor y hacer la media de las otras 2.

Si las cifras de tensión son superiores a 140/90 de forma constante, debe ponerse en contacto con su médico de cara a iniciar su estudio. Éste puede incluir la medición objetiva de sus cifras (incluso con aparatos que la realizan durante 24 horas en caso de que sean muy variables – MAPA), la búsqueda de posibles causas externas que eleven inadecuadamente la tensión (hipertensión secundaria, especialmente importante si se inicia antes de los 18 o después de los 65 años), y el funcionamiento de los órganos más sensibles (a través de analíticas de sangre y orina, electrocardiograma, ecografía cardiaca o renal u otras exploraciones dirigidas a la posible causas). En función de esos resultados se valorará la necesidad de establecer medidas de control.

En ese sentido, la primera actitud debe ser siempre el cumplimiento de las medidas básicas higiénico/dietéticas: p.e. ejercicio físico aeróbico regular, pérdida de peso (por cada 10 Kgs la tensión se reduce aproximadamente 15 mmHg) o control del consumo de alcohol y de sal. En función de las cifras de tensión y la situación de los órganos diana puede además ser necesario iniciar uno o varios de los tratamientos farmacológicos que se han demostrado efectivos en la normalización de los valores y la recuperación de las lesiones (especialmente efectivos sobre el corazón y el riñón). La elección del tratamiento óptimo debe ser siempre personalizada, puesto que la contribución de cada uno de los mecanismos que regulan la tensión es muy variable entre individuos.

Hipotensión: Así como está claramente establecido el límite superior de las cifras de tensión arterial que se consideran aceptables, los valores para el límite bajo son más difusos. Históricamente se ha considerado que la tensión “cuanto más baja mejor”, aunque lo cierto es que cuando los valores sistólicos son inferiores a 100 mmHg pueden aparecer síntomas como apatía, fatigabilidad precoz o mareo. También es un hallazgo reciente que las personas en tratamiento activo para la hipertensión no deben tener cifras demasiado bajas puesto que es posible que tenga un efecto nocivo (el denominado efecto curva J).

La presencia de hipotensión arterial con síntomas generalmente tiene como mecanismos la vasodilatación arterial, la falta de volumen sanguíneo (p.e. en ancianos con escasa ingesta de líquidos) o el tono vagal (el efecto contrario al de la subida de cifras con el estrés).

En casos muy sintomáticos puede ser necesario un estudio que excluya la presencia de cardiopatía, transtornos hormonales o inestabilidad del sistema nervioso autónomo encargado de mantener la estabilidad de las cifras tensionales y de la frecuencia cardiaca.

El tratamiento general pasará por asegurar una ingesta de líquidos adecuada (superior a 1.5 litros/día con rehidratación precoz en caso de realizar ejercicio físico o encontrarse en un ambiente muy caluroso), las medidas posturales (incluyendo las denominadas maniobras de contrapresión – movilizar manos y piernas para favorecer el retorno sanguíneo) y el consumo sin restricciones de sal. En casos muy seleccionados puede ser necesario hacer uso de tratamiento farmacológico, fundamentalmente vasoconstrictor o destinado a optimizar el volumen sanguíneo (midodrina, mineralocorticoides ..).

Como en casi todo, también en la tensión arterial se cumple la sentencia aristotélica de que en el punto medio está la virtud.

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